Desde
que me contó su primera aventura nuestra relación cambió. En estos
casos, la relación suele ir a peor y se rompe o deciden darse una
oportunidad, en la que siempre queda algo en el interior y nunca
vuelve a ser lo mismo. Nosotros tuvimos suerte. No solo no empeoró
nuestra relación, sino que la mejoró y muchísimo. Adquirimos más
confianza, nos volvimos más abiertos con nuestros pensamientos, nos
comunicábamos más, adquirimos una nueva confidencialidad. Nos ayudó
a conocernos más y eso hizo que nuestro amor incrementara. Yo le
preguntaba cosas sobre su vida amorosa anterior. Quería conocerlo
todo de ella. Cuando hacíamos el amor le preguntaba y ella me
contaba con detalles como había follado con Ángel, su único novio
antes que yo. Nos poníamos a mil mientras me contaba como la besaba,
como la tocaba, como la chupaba, como la follaba... Me gustaba que me
contara, mientras se la metía con fuerza, que se ponía muy cachonda
llenándose la boca entera con la mitad del pollón de Ángel.
—Algún
día lo conseguirás, putita —le decía aumentando el ritmo.
—¿Quieres
que me la meta entera, cariño? —me preguntaba entre gemidos.
—¡Si!.
Quiero que sigas practicando hasta que te la tragues toda.
Ella
se ponía muy caliente y yo más todavía. Me explicaba, mientras me
besaba, que a Ángel le encantaba que se la comiera hasta que se
corría en su boca y que ella, como ya era una guarrilla, cuando
follaban y Ángel le decía que se corría, se sacaba la polla de su
encharcado chochito, le quitaba el condón, se la metía en la boca
todo lo que podía y se tragaba toda la leche. A mí me encantaba
besarla sabiendo que su ex se había corrido allí cientos de veces y
me ponía tanto que no aguantaba más y mi corrida salía disparada
llenándole el cuerpo.
Echábamos
unos polvazos...
A
veces me preguntaba si a mí no me apetecería acostarme con otra y
yo siempre le respondía con toda sinceridad, que me ponía tan
caliente con lo que me contaba, que mi deseo era que ella follara con
otros. Ya no me interesaba ninguna otra mujer. Solo ella. Quería que
me amara solo a mí pero deseaba que volviera a follar con Ángel.
El
día de su segunda aventura, fue un viernes y fuimos a la playa. La
pasé a buscar con mi coche por casa de sus padres sobre las diez de
la mañana. Cuando llegamos, extendimos las toallas y se sacó el
vestido veraniego que llevaba. Me quedé contemplando lo preciosa que
estaba con su bikini nuevo. Nos sentamos, sacó el bote de crema, me
dijo que le diera por la espalda y yo aproveché para masajearle la
espalda, bajando un poquito por su culo. Después pasé a sus
piernas. Le dije que se diera la vuelta para continuar por la parte
delantera de sus piernas, subí por su ingle, su barriga
completamente lisa, seguí subiendo hasta su pecho e introduje
disimuladamente un dedo por su bikini para tocarle el pezón.
—Ssssh,
nos van a ver —me dijo abriendo los ojos y sonriendo.
—Buuuffff...
—resoplé— no puedo evitarlo, estás buenísima. Me estoy
poniendo muy caliente con tanta cremita, voy a darme un baño.
Me
levanté y ella me dijo que la esperara, que venía conmigo. Fuimos
cogidos de la mano hacia la orilla.
—¡Oh,
está helada! —se quejó.
—Vamos,
no seas cobarde —la incité soltándome de su mano y corriendo
hacia dentro.
Corrí
unos metros y me zambullí en el agua, que estaba un poco fría a
decir verdad. Saqué la cabeza y la vi todavía en la orilla, dudosa,
por lo que mentí y le hice una señal indicándole que viniera, que
en esa zona el agua estaba perfecta. Insistí, al momento empezó a
correr y el tiempo pareció ralentizarse permitiéndome disfrutar a
cámara lenta de la visión de mi preciosa novia corriendo hacia
dentro, con sus tetitas botando dentro de la parte de arriba de su
bikini. El tiempo recuperó su velocidad normal mientras se zambullía
y al instante salía frente a mí la más bonita de las sirenas, con
su cabello mojado pegado a la cara, el agua del mar recorriendo su
piel y dos puntos marcadísimos en la tela de su bikini. Mi miembro
creció al instante y fui corriendo a abrazarla. Ella se enganchó a
mí como un koala, los brazos agarrados a mi cuello, sus piernas
envolviendo mi cintura, su cuerpo tembloroso pegado a mí, clavando
sus pezones, duros como piedras, en mi torso.
—¡Madre
mía! —exclamé en su oído—, tienes los pezones muy duros.
—Está
helada, mentiroso —dijo, poniendo cara de enfadada.
Le
sonreí y la besé apretándola contra mí.
—Tú
también tienes algo duro por ahí abajo, ¿no? —dijo sonriendo.
Volvió
a besarme, deslizando su mano entre los dos, bajando hacia mi polla.
La agarró, la apretó con fuerza.
—No
te animes, que hay mucha gente —dijo soltándome y volviendo a
zambullirse en el agua alejándose de mí.
La
vi salir del agua y dirigirse a la toalla, todavía empalmado. Me
quedé un rato en el agua, nadando, mientras bajaba mi erección.
Cuando estuve listo, salí del agua y fui a reencontrarme con Pilar.
Estaba tumbada boca arriba tomando el sol. Su piel estaba ya casi
seca, a excepción de algunas gotas que se resistían a abandonar el
placer de posarse en ella. Sus pezones todavía se marcaban
levemente, por lo que recordé, sintiendo movimiento en mi
entrepierna, que cuando había salido del agua, los que se habían
cruzado con ella se los habían visto bien marcados.
—¿Ya
se te ha pasado? —me preguntó cuando me senté en la toalla.
—Se
me había pasado —respondí—, pero esas gotitas que quedan en tu
cuerpo... quiero lamértelas —le susurré al oído. ¿Por que no
nos vamos? —le pregunté mientras ella levantaba un poco su cabeza
para ver las gotas sobre su piel.
—Es
muy pronto todavía, pero te dejo que te bebas esta gotita —dijo
provocándome, señalando una de las gotas que había en su vientre,
cerca del ombligo.
Yo
bajé despacio, disimulando. Miré alrededor y nadie parecía
prestarnos demasiada atención. Sólo un hombre, de entre treinta y
cinco y cuarenta años, sentado unas toallas más allá junto a su
mujer, miraba de vez en cuando a Pilar, pero nada descarado, así que
me lancé hacia el vientre de mi novia, para recoger aquella gota
reluciente, mientras la miraba a los ojos. Ella me sonrió y dándose
la vuelta me dijo que le deshiciera el nudo del bikini para que no le
quedaran marcas en la espalda. La obedecí, deshice el nudo, deslicé
las tiras y me tumbé a su lado. Contemplaba su espalda desnuda
dorándose al Sol, su culo redondo y respingón, su tetita aplastada
contra la toalla por el peso de su cuerpo.
—¿Que
miras? —me preguntó mirándome con los ojos entrecerrados.
—Tu
tetita —respondí.
—¿Te
gusta?
—Ya
sabes que sí, pero me gustaría verla un poco más.
—¿Así?
—preguntó, mientras levantaba su cuerpo un poco del lado que yo
veía, dejando a su pecho recuperar su forma natural.
—Uuufff
—susurré mientras estiraba mi cuello para besarla y subía mi mano
para acariciar su pezón —me encantan tus tetitas, cuando lleguemos
a casa —la de mis padres, que trabajaban todo el día y no llegaban
hasta la noche. Todavía no nos habíamos independizado —, me las
voy a meter enteritas en la boca.
—Mmmm...
me encanta que hagas eso. ¿Te gustan mis tetitas blanquitas?
—Sí
—una idea vino a mi mente de repente—. Pero si no quieres tener
marcas en la espalda, ¿porqué quieres tenerlas en las tetas?. ¿No
te gustaría tenerlas morenitas también?.
—No
se, supongo que sí, pero me da vergüenza —confesó tímidamente.
—¿Vergüenza
por qué?. Las tienes preciosas, firmes. Y es algo natural, muchas
chicas hacen topless y no pasa nada.
—¿Y
a ti no te importa que me puedan ver las tetas tantas personas?
—No
—respondí rotundamente—. Me encantaría que te dieras la vuelta
ahora mismo y te sentases con las tetitas libres al Sol.
La
besé de nuevo.
—¿Te
atreves? —le pregunté sonriendo cariñosamente mientras le tendía
la mano para ayudarla a darse la vuelta.
—Estás
loco —me dijo, devolviéndome la sonrisa mientras aceptaba mi mano
y se incorporaba.
—Loco
por ti —admití contemplando como sus pechos recibían los primeros
rayos del Sol.
—Tengo
que ponerme crema o se me van a quemar —dijo mientras cogía la
bolsa y sacaba el bote.
—¿Quieres
que te eche yo? —pregunté lascivamente.
—Nooo
—susurró algo sonrojada mientras ponía la crema en sus pequeñas
manos—, ¿como vas a sobarme las tetas aquí en medio de tanta
gente? —continuó mientras empezaba a extendérsela—. ¡Loco!.
Que
visión... Como me ponía ver a mi novia amasándose las tetas en la
playa llena de gente. Las tenía embadurnadas y se las frotaba una y
otra vez para que la piel de sus pechos absorbiera la crema. Pude ver
como el hombre que antes la miraba con disimulo, se había percatado
y también estaba disfrutando de la situación, mirando ahora con más
atención. A mi eso, lejos de molestarme lo que hizo fue aumentar mi
excitación. Me gustaba ver como aquel tío disfrutaba con mi novia,
que no se había dado cuenta, tanto como yo. Cuando acabó se tumbó
de nuevo dispuesta a tomar el Sol.
—¿Cómo
estás? —le pregunté.
—Muy
bien —respondió con una sonrisa—. ¿Y tú?
—Cachondo
—respondí—, deseando follarte.
—Dentro
de un ratito —contestó sacándome la lengua y cerrando los ojos.
Me
di la vuelta y me puse boca abajo, con la cabeza alzada para tener
una buena visión de sus tetas. Tenía ganas de morderlas. En una
ocasión pillé a nuestro vecino mirando a Pilar, nuestras miradas se
cruzaron, yo le sonreí, indicándole que podía mirar, pero al
parecer el hombre se cortó y ya no volvió a mirar hasta que se
fueron, una media hora después, cuando aprovechó para echar una
última mirada de despedida, como fotografiándola en su mente,
seguramente para hacerse una buena paja en casa cuando no estuviera
presente su mujer.
Nosotros
estuvimos un rato más, relajados tomando el Sol, hasta que Pilar se
cansó y me propuso irnos. Yo acepté encantado, ya que tenía ganas
de llegar a casa de mis padres para poder disfrutar de su cuerpo.
Fuimos a buscar el coche aparcado en un parking cercano, por suerte
unas palmeras le daban sombra, así que no lo encontramos ardiendo,
como suele pasar en verano. Abrí y mientras Pilar guardaba la bolsa
en el maletero, yo arranqué el motor y puse un disco de Extremoduro.
El resto del camino lo pasamos cantando junto a Roberto Iniesta.
Cuando
llegamos a casa, Pilar fue al balcón a tender las toallas y yo me
dirigí a la ducha para quitarme del cuerpo la pegajosa arena de la
playa. Poco tiempo después, mientras me enjabonaba vi como mi novia
entraba en el cuarto de baño, se quitaba el vestidito playero, la
parte de arriba de su bikini, dejándome ver unas tetitas rosaditas
por el Sol, luego se desprendió de la braga y se metió en la ducha
conmigo. Nos encantaba ducharnos juntos y siempre que disponíamos de
una casa libre y teníamos que ducharnos, aprovechábamos para
meternos juntos.
—Tienes
las tetas rojitas —le dije mientras me abrazaba y se acercaba para
besarme.
—Claro,
me ha dado mucho el Sol. ¿Te gustan? —me preguntó después de
besarme, aún abrazada a mí.
—Mucho
—contesté entre besos.
—¿Te
a gustado que hiciera topless?
—Me
ha encantado —contesté incrementando la pasión de los besos—. Y
no he sido al único al que le ha gustado.
—¿Y
eso? —preguntó sorprendida.
—Un
hombre que teníamos cerca te ha pegado un buen repaso —le dije
agarrándola de las piernas para que volviera a rodearme como lo
había hecho en el mar—. Y ha flipado tanto como yo cuando te has
magreado las tetas huntándote la crema. Hoy se hará una buena paja
a tu salud.
—¿Qué
dices? ¡Qué vergüenza! —exclamó.
—Ha
sido muy excitante —le confesé atraiéndola hacia mí y metiéndole
la polla en su chochito abierto gracias a la posición, mientras el
agua caía por nuestro cuerpo.
—Mmmm...
—gimió mientras se la introducía—. ¿Te ha gustado el día de
playa entonces, mi amor?
—Sí,
me ha gustado mucho —afirmé—. Me ha gustado ver tu cuerpecito
con el bikini, tus pezones duros dentro del mar marcándose en la
tela —le comentaba mientras la agarraba del culo, haciéndola subir
y bajar para meter y sacar mi polla—, tus tetitas al aire en la
playa llena de gente, tu masaje con la crema mientras aquel tío te
miraba —seguía mientras aumentaba el ritmo y ella me escuchaba a
la vez que gemía—, saber que se va a correr pensando en ti...
—Me
corro —tuve que decirle ante la idea de aquel tío meneándose la
polla y soltando leche con la visión de las tetas de mi novia.
—Córrete
en mis tetitas —dijo arrodillándose y estrujándoselas— ya que
te han hecho disfrutar tanto.
Empecé
a soltar chorros de leche sobre sus tetas y ella se la esparcía como
había hecho en la playa con la crema. Mientras mi polla soltaba las
últimas gotas se levantó a besarme, yo la empuje contra la pared
sin dejar de besarla e introduje mis dedos en su coño mientras el
agua caía por mi espalda. Se los metía profundo y los sacaba para
jugar con su clítoris húmedo por sus jugos y el agua de la ducha.
Poco después empezó a estremecerse, la abracé fuerte,
acariciándole suave mientras sus piernas temblaban y se corría en
mi mano. Una vez satisfechos ambos, acabamos de ducharnos, preparamos
la comida y después de comer nos fuimos a mi habitación y nos
tumbamos en la cama, desnudos porque hacía calor.
Cuando
llevábamos un rato tumbados tranquilamente en la cama viendo una
serie de la tele, el móvil de Pilar emitió un sonido, había
recibido un sms. Se incorporó para coger el teléfono y volvió a
tumbarse, esta vez boca abajo, para leer el mensaje. Yo la miraba y
pude ver que se sonrojaba, no se porque mi mirada bajó hacia sus
pechos y pude contemplar que sus pezones se habían puesto duros. Vi
que me miraba de reojo.
—¿Quién
es? —pregunté nervioso.
—Ángel.
—¿Y
qué dice? —pregunté más nervioso aún, notando los latidos de mi
corazón.
—Que
le gustó mucho lo del otro día —respondió con timidez.
¡Joder!.
Ángel tenía que poner muy cachonda a mi novia para que con un
simple mensaje ya se le pusieran los pezones duros.
—¿No
le respondes?
—No.
Yo solo te quiero a ti, cariño —respondió y me besó.
—Eso
ya lo se, mi amor. Pero ya te dije que si te lo querías follar,
podías —le dije con el corazón cada vez latiendo más fuerte.
—Ya,
pero estábamos cachondos. No...
—Ahora
también te lo digo —la interrumpí—. Te gusta follar con él,
¿no?.
—Sí,
pero...
—Pero
nada —interrumpí de nuevo—. ¿A ti te gustó lo del otro día?.
—Sí,
claro —admitió.
—Pues
contéstale, dile que ha ti también te gustó.
—¿Seguro?
—Sí
—confirmé, acercándome a ella para rodearla con mi brazo y
besarla.
Cogió
el móvil y empezó a teclear. Escribió que a ella también le había
gustado. Me miró. Di mi aprobación afirmando con la cabeza y lo
envió. No le dio tiempo dejar el móvil cuando ya había recibido su
respuesta.
—¿Qué
dice? —pregunté impaciente, antes incluso de que abriera el
mensaje.
—Que
está por aquí de nuevo y que le gustaría quedar conmigo esta
noche.
Ángel
se había ido a estudiar a Madrid, por eso lo habían dejado según
Pilar, decía que eran demasiado jóvenes para atarse y mantener una
relación a distancia. El solía bajar cada cierto tiempo a visitar a
su familia y aunque le había contado a Pilar, el día que se la
folló, que tenía una novia más o menos formal, siempre bajaba
solo.
—¿Quieres?
—le pregunté.
—No
se... —dudó—. ¿Tú quieres? —preguntó con cara de niña
buena.
—Si
a ti te apetece meterte su polla —vi como se mordía el labio y se
le ponía cara de deseo—, me encantaría que fueras.
—¿No
te importa?
—Me
importa si te quedas con las ganas. Deseo tu felicidad y quiero que
disfrutes. Pregúntale que te propone.
—Eres
el mejor novio del mundo —me dijo mientras escribía.
—Y
tú la chica de mis sueños —le contesté mientras el móvil volvía
a sonar.
—He
bajado porque tengo una cena familiar, pero yo no tardaré mucho en
pirarme. Si quieres te paso a buscar por la disco del otro día y nos
vamos al apartamento. No me apetece estar por ahí, prefiero estar de
relax.
Los
padres de Ángel tenían algo de pasta y aparte de un piso en el
centro de Barcelona, tenían un apartamento en un pueblo cercano,
donde Pilar lo conoció a los dieciséis años.
—¿Le
digo que sí?
—Sí
—confirmé.
Envió
el mensaje aceptando la invitación.
—Vale,
guapa. Te llamo cuando salga de la cena para recogerte —recibió
como respuesta.
—¿Cómo
te has puesto, no? —preguntó mirando mi entrepierna.
Yo
estaba tan nervioso que ni siquiera me había percatado de la enorme
erección, sentía que el corazón se me salía por la boca reseca.
—Yo
también estoy cachonda —me confesó poniéndose encima mio y
metiéndose mi polla en su chochito sin ninguna dificultad.
Se
movía de tal manera, tenía el coño tan caliente y yo estaba tan
cachondo que no tardé ni dos minutos en decirle que me corría. Me
sacó de ella y me masturbó, el primer chorro de leche saltó hacia
mi barriga y los siguientes se derramaban entre mi polla y su mano.
Cuando me dejó seco, subió hacia arriba, se sentó en mi cara con
las piernas abiertas y me hizo comerle el coño. Me encantaba. Estaba
muy húmedo, muy dulce, muy caliente. Yo lamía cada vez más rápido
hasta que su cuerpo empezó a temblar mientras su coño me llenaba la
boca. Todavía se quedó un rato en esa posición, mientras yo lamia
suave, acariciándole con la lengua sus labios vaginales. Después
bajo. Me besó. Acomodó su cabeza en mi pecho. La abracé...
Continuara...
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